Sigue siendo un grupo de indiscutible referencia para la poesía escénica española. Hablamos del trabajo sobre poesía fonética que hicieron Bartolomé Ferrando, Llorenç Barber y Fátima Miranda.
Las primeras representaciones del grupo se llevaron a cabo en 1987, con la participación en festivales de música experimental en Valencia, París y Munich. A partir de entonces hicieron una gran cantidad de conciertos en varias ciudades de Europa y participaron en muchos programas y festivales poéticos en los ochenta y noventa. El grupo realizó algunas grabaciones, incluyendo algunas en LP: Spagna, Messico, Italia, Grosso Modo. Las actividades creativas de Flatus Vocis Trio fueron descritas en algunos artículos de revistas musicales y experimentales incluyendo Kanal, Lotta Poetica y otras.
Las últimas representaciones del grupo tuvieron lugar en Berlín en 1996. Actualmente los miembros del grupo participan en actividades como solistas. («Homo Sonorus, Antología Internacional de Poesía Sonora»).

Dice la misma Fátima Miranda en Polipoesía. Primera antología (Sedicions, Barcelona, 1991):
Las obras de Flatus Vocis Trío ignoran con frecuencia las asociaciones lógicas y al igual que en la poesía clásica japonesa, una sintaxis muy laxa les permite pasar de una imagen a otra, jugando en torno al sentido o al sonido de una palabra, procediendo por alusiones y sin reparar en la comprensión del texto, en lugar de ofrecer mensajes inteligibles. La insistencia de Flatus Vocis Trío en la repetición de sílabas sin sentido aparente o en fórmulas asemánticas encuentra asimismo su rastro en antiquísimas tradiciones, algunas aún vigentes. Véanse:
– Las ininteligibles interjecciones del canto Nõ y de los gritos de maestros Zen.
– El yodel del Tirol o el de los pigmeos.
– Los gritos de caza y pesca de tantas culturas.
– Los irrinchis vasco-aragoneses.
– Los aturuxos gallegos.
– Las letanías y aleluyas.
– Las jergas de los almohidines.
– Los lamentos de las plañideras desde España hasta la India.
– El silbo gomero.
– Los “yu-yus” del mundo musulmán y africano.
– Los jaleos del flamenco y de otras tradiciones.
– Los yóguicos mantras.
– Las melopeas dionisiacas y los aquelarres.
– Las murgas herméticas de sabios y chamanes.
– Las sílabas del Alap en el Canto Dhrupad del Norte de la India.
– Las polifonías de los pigmeos de Centro África.
– El canto a dúo de los esquimales Inuit de Canadá y de los Ainu de Japón a base de proyectar la emisión vocal de uno en la boca del otro.
– Las “sílabas vacías” de la Ópera China.
– Los “Hyhy” egipcios, ya hallados en jeroglíficos faraónicos.
– Los impresionantes “Tjak tjak” a coro, que acompañan la danza de los monos “Ketjak” de Bali (Indonesia).Y ¿por qué no? de los más recientes “badabada” o del “scat” o de la exaltación de la onomatopeya propia de los futuristas italianos y rusos. Flatus Vocis Trío rinde homenaje a Khlenikov, a Schwitters o a Roy Hart y tampoco olvida la aportación aislada de algunos compositores de los años sesenta y setenta.
La ininteligibilidad y abstracción de todas estas y aquellas manifestaciones jamás pusieron en duda su belleza, su funcionalidad, su carga de significados sintéticos y de conceptos, su musicalidad, su poesía ni su eficacia para apoyar juegos, ritos, recreos o tareas cotidianas y sobre todo para expresar emociones.
En el entorno empalabrado que nos ahoga oídos, gargantas y pensamientos; optar por “despalabrar” se le antoja a Flatus Vocis como algo vivo: retorcer, balbucear, gritar, agitar, roncar, tragar, inflar, vaciar, llorar, trabucar, estirar, repetir, acelerar, dilatar, descomponer y/o reconstruir léxicos, sintaxis, onomatopeyas y demás, adquiere para nosotros un sentido infinitamente mayor que el de un sesudo discurso. Otorgándoles un orden o aparente desorden, las “despalabras” y su baile de fonemas a trío, conforman un fino y elástico encaje musical y textual cargado de sentido…, si cabe.
– Las ininteligibles interjecciones del canto Nõ y de los gritos de maestros Zen.
– El yodel del Tirol o el de los pigmeos.
– Los gritos de caza y pesca de tantas culturas.
– Los irrinchis vasco-aragoneses.
– Los aturuxos gallegos.
– Las letanías y aleluyas.
– Las jergas de los almohidines.
– Los lamentos de las plañideras desde España hasta la India.
– El silbo gomero.
– Los “yu-yus” del mundo musulmán y africano.
– Los jaleos del flamenco y de otras tradiciones.
– Los yóguicos mantras.
– Las melopeas dionisiacas y los aquelarres.
– Las murgas herméticas de sabios y chamanes.
– Las sílabas del Alap en el Canto Dhrupad del Norte de la India.
– Las polifonías de los pigmeos de Centro África.
– El canto a dúo de los esquimales Inuit de Canadá y de los Ainu de Japón a base de proyectar la emisión vocal de uno en la boca del otro.
– Las “sílabas vacías” de la Ópera China.
– Los “Hyhy” egipcios, ya hallados en jeroglíficos faraónicos.
– Los impresionantes “Tjak tjak” a coro, que acompañan la danza de los monos “Ketjak” de Bali (Indonesia).Y ¿por qué no? de los más recientes “badabada” o del “scat” o de la exaltación de la onomatopeya propia de los futuristas italianos y rusos. Flatus Vocis Trío rinde homenaje a Khlenikov, a Schwitters o a Roy Hart y tampoco olvida la aportación aislada de algunos compositores de los años sesenta y setenta.
La ininteligibilidad y abstracción de todas estas y aquellas manifestaciones jamás pusieron en duda su belleza, su funcionalidad, su carga de significados sintéticos y de conceptos, su musicalidad, su poesía ni su eficacia para apoyar juegos, ritos, recreos o tareas cotidianas y sobre todo para expresar emociones.
En el entorno empalabrado que nos ahoga oídos, gargantas y pensamientos; optar por “despalabrar” se le antoja a Flatus Vocis como algo vivo: retorcer, balbucear, gritar, agitar, roncar, tragar, inflar, vaciar, llorar, trabucar, estirar, repetir, acelerar, dilatar, descomponer y/o reconstruir léxicos, sintaxis, onomatopeyas y demás, adquiere para nosotros un sentido infinitamente mayor que el de un sesudo discurso. Otorgándoles un orden o aparente desorden, las “despalabras” y su baile de fonemas a trío, conforman un fino y elástico encaje musical y textual cargado de sentido…, si cabe.